Poco se sabe de la infancia y de la familia de Antonio.
Los historiadores no tuvieron curiosidad en este pequeño
santo. Solo prestaron especial atención a sus
obras maravillosas, pero cuando ya era grande y decididamente
extraordinario.
Nació en Lisboa (Portugal), el 15 de agosto de
1195. Era hijo de una familia muy noble. Sus padres
le dieron estudios para hacerlo un magistrado o un obispo.
Dios lo llamó y él no opuso resistencia.
Una llamativa historia cuenta que un día, mientras
rezaba en la catedral, ahuyentó al demonio haciendo
la señal de la cruz en el suelo y después
recurrió a la imagen de María donde se
consagró a ella haciendo votos de virginidad.
A los 15 años abandonó su fastuoso palacio
y se adscribió a la Orden de San Agustín.
Fue ordenado en 1220, en el Convento Santa Cruz de Coimbra
Allí se formó intelectualmente, transformándose
en uno de los eclesiásticos más cultos
de Europa de principios del siglo XIII.
Su devoción a María era muy fuerte, pero
la cantidad de gente y los parientes que acudían
a verlo no le permitían dedicarle el tiempo necesario
por lo que decidió irse de la ciudad y dirigirse
a Coimbra, a una abadía de Agustinos que se encontraba
más retirada y donde pudiera dar rienda suelta
a su interioridad y estudios.
En 1220 Antonio, cambió su nombre de Fernando
Bulos y Traveira de Azevedo por el de Fray Antonio.
Decide abandonar su Orden para unirse a los franciscanos
y salir a conquistar las almas para Cristo. Así,
es mandado a Marruecos donde esperaba derramar la sangre
por Cristo. Esto fue debido a la muerte de 5 Franciscanos
protomartires en Marruecos, al Norte de Africa, cuyos
decapitados y mutilados cuerpos habían sido traídos
de regreso. San Antonio deseó también
ser un mártir, como ellos. Y decidió dedicarse
a predicar la fe entre los pueblos de Africa.
Partió hacia Marruecos, pero una enfermedad que
contrajo durante el viaje hizo cambiar de rumbo su misión.
Antes de dedicarse a predicar, fue cocinero y llevó
una vida completamente oscura.
Su labor no se limitó a la asidua predicación,
tuvo muchos cargos de importancia. Su talento y sus
conocimientos teológicos, fisiológicos
y científicos se fueron revelando con agradable
sorpresa Se desempeñó como dirigente dentro
de la Orden Franciscana, fue superior de los frailes
de la alta Italia, fue el fundador de los estudios de
Teología en su Orden y enseñó en
Bolonia, Montpellier, Tolosa y Padua; durante el tiempo
libre se dedicó a compilar sus obras de profunda
sabiduría, las que le valieron el título
de Doctor de la Iglesia.
Defendió a los pobres contra la explotación
de los usureros, contra malos tratos de los bárbaros
invasores de aquellas tierras.
Tuvo el mérito de restablecer la FE del pueblo
contra la herejía de la época.
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Digno de destacar fue su gran amor por la Eucaristía.
Debemos a San Antonio la imagen de triplicar el pan,
indispensable para todos nosotros: Él hablaba
del
- Pan de la Palabra de Dios,
necesario para nuestra conversión continua;
del
- Pan Eucarístico,
sacrificio y presencia, alimento de Jesús para
todos los cristianos.
- Pan para el cuerpo y
la salud de los pobres.
En 1229 partió para Padua, al convento de Arcelia.
Hacia 1231 Antonio decidió retirarse para dedicarse
a la oración y la penitencia a Camposanpiero,
cerca de Padua. Entre las ramas de un nogal se hizo
edificar una pequeña celda y allí fue
donde recibió la aparición del Niño
Jesús.
Era viernes 13 de junio de 1231 cuando al mediodía
Antonio salió de su celda construida en el nogal.
Apenas sentado a la mesa, un colapso lo inmovilizó,
algunos frailes lo sostuvieron para que no cayera al
suelo. Con voz débil rogó que lo llevasen
a Padua: quería morir en su pequeño convento,
cerca de la Iglesia de Santa María. Un agricultor
lo llevó en su rústico carro. Cuando el
día declinaba e iban llegando a Padua, Antonio
estaba moribundo y los frailes lo convencieron de parar
en una pensión del monasterio de las clarisas.
Fue así como en una modesta celda murió.
Agobiado, pero lúcido, quiso recibir el sacramento
de la reconciliación, la eucaristía y
la unción de los enfermos. Después, con
voz apagada entonó el himno a la Virgen: "Oh,
gloriosa Reina, ensalzada por encima de las estrellas".
Fray Lucas le preguntó qué veía,
a lo que contestó "Veo a mi Señor".
Falleció a los 36 años de edad. Un año
después, fue canonizado por Gregorio IX y proclamado
Doctor de la Iglesia por su profundo conocimiento de
la Biblia y por sus sermones llenos de fuerza y sabiduría.
San Antonio, Vive e Intercede!
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